El reencuentro Hay personas y hay momentos. Existen esas conexiones especiales que surgen y que siguen ahí, pasen cinco, diez o treinta y seis años. Sólo hay que estar atento a ese brillo en los ojos que, ya desde lejos, se aprecia en las caras de dos compañeras que se reconocen en un abrazo. Las vivencias, sus recuerdos, van saliendo en las conversaciones que se retoman como si volvieran al aula, al patio, a las escaleras de Arantza Mestanza, a los últimos bancos de la iglesia, a Monasterioguren o a cualquier otro lugar donde vivieron un momento mágico, porque el presente es único e irrepetible. Toño Solano, un filósofo que nunca aparecerá mencionado entre Platón, Sócrates, Heidegger o Savater, destacaba en esa tarde noche del veinticuatro de septiembre de 2.022, que el mundo, o quizá nosotros mismos, se está cubriendo con una coraza que impide vernos como realmente somos. Toño, como su amigo del alma Jesús, o Rafa, o Juan Carlos De la Cruz, o José Óscar Carranza, o Nerea, o Javier M